
En esta entrevista, el investigador y divulgador científico Jordi Olloquequi comparte los hallazgos más recientes sobre envejecimiento cerebral, longevidad y hábitos saludables. Desde la importancia de la microbiota intestinal hasta el papel del estrés, explica cómo mantener un cerebro joven y activo durante más tiempo.
¿Por qué convertir la preocupación por envejecer en un proyecto científico?
El envejecimiento no es solo un proceso biológico inevitable, también puede convertirse en un motor de curiosidad y divulgación. Jordi reconoce que siempre le ha generado una mezcla de fascinación y pánico, tanto en su vida personal como en su trabajo en el laboratorio. Ver cómo las células encuentran formas creativas de reciclarse y mantenerse jóvenes le inspiró a explicar a la sociedad que, cuando estos mecanismos fallan, el deterioro se acelera. A nivel personal, las canas y los olvidos cotidianos le sirvieron como recordatorio de que había llegado el momento de compartir lo que la ciencia sabe sobre cómo llegar a una vejez lúcida.
¿El ritmo de envejecimiento es fijo o depende de nuestro estilo de vida?
Durante mucho tiempo pensamos que la genética lo determinaba todo, como si al nacer recibiéramos un plazo de garantía inamovible. Hoy sabemos que los genes son solo el punto de partida y que el estilo de vida puede modificar cómo se expresan esas instrucciones. Jordi lo resume con una metáfora clara: la genética reparte las cartas, pero somos nosotros quienes jugamos la partida. Hay personas que, con cartas mediocres, logran resultados brillantes gracias a hábitos como la actividad física, la alimentación equilibrada o un buen descanso. En definitiva, el envejecimiento no está escrito de antemano, y tenemos un margen importante de acción.
Microbiota intestinal y cerebro: una conexión clave para la longevidad
El intestino alberga entre 200 y 600 millones de neuronas, más que la médula espinal, y millones de microorganismos que forman la microbiota intestinal. Este universo invisible no solo ayuda a digerir y a defendernos de patógenos, también se comunica con el cerebro fabricando neurotransmisores como la dopamina y la serotonina. La relación es tan estrecha que un desequilibrio en la microbiota puede favorecer procesos inflamatorios crónicos y, con ellos, acelerar el envejecimiento o incluso aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. Por eso, cuidar el intestino significa también cuidar el cerebro.
Estrés: ¿enemigo o aliado del cerebro?
El estrés es un mecanismo fisiológico que, en pequeñas dosis, agudiza la memoria y refuerza la concentración. El problema aparece cuando se prolonga demasiado o se activa por estímulos que no son realmente peligrosos. En ese caso, el estrés crónico debilita las conexiones neuronales y daña el hipocampo, la región encargada de la memoria. Jordi recuerda una frase de Paracelso: “la dosis hace el veneno”. Un poco de estrés puede hacernos más fuertes, pero mantenerlo encendido todo el tiempo erosiona nuestras capacidades cognitivas. La clave no es eliminarlo, sino aprender a gestionarlo para que se convierta en un reto manejable.

Ejercicios sencillos para entrenar memoria, atención y creatividad
El cerebro no es un músculo, pero funciona de forma muy parecida: si no se ejercita, se atrofia. Mantenerlo en forma no requiere tecnologías sofisticadas ni rutinas interminables, sino pequeños retos integrados en la vida diaria. Recordar la lista de la compra sin escribirla, inventar historias que conecten objetos cotidianos, practicar la respiración consciente o cambiar rutinas establecidas son gestos simples que refuerzan la memoria, estimulan la creatividad y mejoran la capacidad de concentración. Lo importante no es la perfección de los ejercicios, sino la constancia con la que los incorporamos a nuestro día a día.
El humor y las metáforas como puente hacia la ciencia
La ciencia puede resultar árida para muchos lectores si se presenta como un conjunto de datos fríos. Jordi utiliza el humor y las metáforas como herramientas para derribar esa barrera. Su recurso de “Neurópolis”, por ejemplo, convierte al cerebro en una ciudad con camiones de basura que limpian durante la noche, una imagen que ayuda a comprender cómo funciona el sistema glinfático y por qué es tan importante dormir bien. El humor relaja, abre la mente y permite que conceptos complejos se graben en la memoria de forma natural, mucho más que una larga lista de términos técnicos.
Nunca es tarde para empezar a cuidar el cerebro
Cuidar el cerebro no exige actos heroicos, sino constancia en lo cotidiano. Moverse más, comer con moderación y calidad, dormir lo suficiente, mantener la vida social activa y plantear pequeños retos intelectuales son hábitos que, combinados, ayudan a frenar el deterioro cognitivo. La ciencia respalda que estas decisiones diarias influyen directamente en la longevidad cerebral. Lo esencial es recordar que nunca es tarde para empezar: cada gesto cuenta y cada nuevo hábito puede marcar la diferencia en cómo envejecemos.
Conclusión
La entrevista con Jordi Olloquequi muestra que la genética no dicta por completo el destino de nuestro cerebro. El estilo de vida, la microbiota, la gestión del estrés y la forma en que entrenamos nuestra mente tienen un papel decisivo. Cuidar el cerebro es posible en cualquier etapa de la vida y depende de decisiones tan simples como dormir bien, reír más o inventar una historia absurda al ir de compras. Su propuesta no es memorizar nombres de proteínas, sino comprender la lógica de los procesos para que cambiemos de verdad nuestros hábitos. Ese, dice él, es el único camino hacia un envejecimiento saludable.

Editorial

Bibiana Ripol Comunicación
(Gestión cultural)
Horario: Lunes a viernes de 9 a 14.
Tel. 623 703 870
Ponte en contacto
Visítanos
Entradas relacionadas
ENSUEÑO DIRIGIDO: UN VIAJE SIMBÓLICO HACIA LA ESENCIA DEL SER
JORDI OLLOQUEQUI: CÓMO CUIDAR EL CEREBRO Y FRENAR EL ENVEJECIMIENTO
¿QUÉ ES ECOLÓGICO? ¿CUÁNDO ALGO ES ECOLÓGICO?